8 de agosto de 2009

Fallen...

¿Por qué? Esa era la pregunta más frecuente en la mente y en los labios de Laura. Desde que conoció a Ángel las mariposas amarillas estaban en todas partes. Las veía por todos lados y las sentía en el estómago cada vez que aquel se le aparecía. Se había enamorado otras veces, sí, pero ahora ni siquiera estaba segura de qué era lo que sentía. Sólo estaba conciente del calor que se expandía desde su vientre hasta sus dedos cada vez que escuchaba su voz. Tenía esa necesidad de pronunciar su nombre, de sentir su piel, de intoxicarse con la escencia de su cuerpo. Pero él... él jamás la vio. ¿Cómo él? ¿Por qué ese ángel de ojos de atardecer miraría a alguien como ella? La respuesta era obvia.

3 comentarios:

Geraldine dijo...

Ehmmm ya tuve mi discusión contigo al respecto del post vdd? obvio no me voy a ventanear en público pork uno nunca sabe quien pueda leer estas cosas... pero en fin, a ver si vas escribiendo cosas más extensas, pork me siento cmo en el final del capítulo de la novela, donde t dejan sin saber que pasó...

Nicanor Arenas Bermejo, palabrista dijo...

Hay algo que se llama microrrelatos, porque no necesitas un cuento largo para ser sustancioso en la narrativa. Esa respuesta tan obvia para ella es la cuestión fundamental, la que nos hace volver al principio y preguntarnos ¿quién es Laura? ¿Y Ángel? ¿No serán solo dos ficciones imposibilitadas para enamorarse, seres etéreos, espejismos?
Creo que el relato está muy completo, hay deseo, hay sensualidad, hay mariposas amarillas, hay aromas...

alejandra dijo...

Esas mariposas amarillas...