21 de diciembre de 2011

El Gran Día

Charlotte estaba sola en la habitación. Era uno de esos cuartos blancos con varias sillas y un espejo que están a un costado de las sacristías de las iglesias. Sí, era el día de la boda de Charlotte.

El vestido era precioso y ella también, sin embargo, cada centímetro de tela le pesaba como las toneladas de dudas que tenía. A unas horas de dar el gran paso con ese arquitecto de sonrisa perfecta extrañaba el antiguo drama de su vida. Sentía que ya ni siquiera las viejas canciones que escuchaba sabían a lo mismo. Añoraba sentir ese delicioso dolor cada que oía "Linger" o alguna similar. Ahora todo era bonito y no sufría.

Extrañaba la ansiedad y la expectativa al conocer una persona nueva y la emoción de enterarse que tal vez alguien pudiera estar interesado en ella. A partir de ese momento ya no podría tener ojos para nadie más, ya no podría ni siquiera imaginar las posibilidades con cualquier hombre que conociera. Por otro lado, de ahora en adelante lo tendría todo: un hombre que la adoraba y estabilidad en todo.

¿Eso era lo que necesitaba? Sí, pero no lo que quería. No iba a renunciar a ser ella misma sólo por tenerlo todo. Era hija de la mala vida, de eso no había duda, sin embargo, se dio cuenta que todo su drama la hacía feliz y que podía ser libre de hacer lo que quisiera; ya bastante tiempo había pasado tratando de tener calmados a todos los demás.

Lentamente se quitó el vestido y lo reemplazó por jeans, una playera y sus converse... Volvió a poner todo en sus respectivas fundas y estuches y se dirigió a su auto haciendo las llamadas correspondientes. "¿Qué hacer primero?" pensó, no sabía si devolver los regalos o dar explicaciones. Ya lo decidiría después, por ahora pasaría por un chai latte de manzana y en su departamento disfrutaría de todos esos canales nuevos que aún no había visto.

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