6 de enero de 2009

Fiebre

Cuando se le acercó fue inmune a su encanto. Por el contrario, mientras más revelaba, la punzada de desconfianza se hacía cada vez más nítida. Esa apariencia normal e inteligente que ofrecía no era suficiente para ocultar su verdadera esencia.

La buscó quien sabe por qué perversas razones. Ella sabía que esa no podía ser una buena señal. Nadie se interesa en su ser tan rápidamente, si es que “interesa” es la palabra adecuada. Él lo hizo.

Pasó tan rápido que todavía no terminaba de comprender…

la voz

…ese intoxicante aroma inundándolo todo

…sus manos, sus brazos

…la piel morena y el cabello negro

…la sonrisa

…y su risa… ese sonido tan masculino que significa posesión

…sus labios… qué precio tiene el cielo…

…el sonido rítmico que emanaba de su pecho

…los ojos cerrados

Él no sabía ni su nombre completo y poco le importaba. No se necesitó mucho tiempo para que fuera una desconocida.

Despertó con la frente ardiendo. Ya llevaba varias noches así. Nadie cuidaba de ella, ni siquiera notaban su presencia y mucho menos su ausencia, así que daba igual. Ya se pondría bien con tal de que los sueños terminaran.

1 comentario:

Nicanor Arenas Bermejo, palabrista dijo...

¿Cómo puede ser alguien normal e inteligente? ¿O aparentarlo? ¿No es una contradicción?

Y es cierto, esos anhelos y obsesiones interiores se manifiestan corpóreamente, porque hay en nuestra irrealidad más veracidad que en todas las estrellas del firmamento.

Saludos desde la hoguera